
Comidas para congelar como experto/a
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Imagina llegar a casa después de un día largo, eterno, de esos que te dejan con la energía justa para abrir la nevera… y encontrarte con una comida casera esperándote en el congelador. Sin lavar, sin picar, sin llorar cortando cebolla. Solo calentar y ¡zas! Cucharazo al alma.
Eeso no es un sueño, es una estrategia de vida: las comidas para congelar. Y no estamos hablando solo de sobrevivir: hablamos de comer rico, fácil, organizado y con estilo, como todo un chef doméstico que domina los fogones… y el congelador.
Comidas para congelar: Bienvenido/a al club del tupper
Yo antes era del club “ceno lo que pille”. Aquel que abre la nevera con esperanza y cierra con resignación. Cereal para cenar, una loncha de jamón enrollada como sushi de emergencia… o ese queso que ya vivió mejores tiempos. Pero un día, descubrí el poder del tupper y el freezer. Fue como encontrar el Santo Grial de la vida moderna.
Desde entonces, mi “yo del pasado” cocina para mi “yo del futuro” y créeme: ese yo futuro me da las gracias con lágrimas en los ojos y el estómago contento. El congelador se convirtió en mi aliado, en mi refugio, en mi “as bajo la tapa hermética”.
Por qué las comidas para congelar son los más
Sí, ahorrar tiempo y estrés es evidente. Pero hay mucho más detrás del noble arte de congelar.
Ahorras tiempo como si fueras un mago de Hogwarts
Cocinar por tandas no solo te ahorra tiempo: te da superpoderes logísticos. Un par de horas cocinando el domingo te pueden dar comidas para toda la semana. No más decisiones bajo presión. No más improvisaciones tristes. Es el meal prep llevado al nivel “soy un Jedi de la cocina casera”.
Además, ¿sabes lo que se puede hacer con ese tiempo libre extra? Leer, jugar, mimar a tu gato, verte media temporada de una serie o simplemente no hacer nada mientras tu comida ya está resuelta. Eso también es salud mental.
Tu bolsillo también te aplaude (y te da besos)
Congelar reduce el gasto semanal en comida más que los consejos financieros de tu cuñado. ¿Por qué?
- Compras ingredientes en mayor cantidad (más barato por kilo).
- Aprovecha ofertas y descuentos.
- Evitas desperdiciar alimentos.
- Reduces pedidos a domicilio desesperados tipo: “me como una pizza aunque venga desde Groenlandia”.
Y seamos honestos: ese dinerito ahorrado puede reinvertirse en croquetas gourmet, como las de Solo de Croquetas. Inversión segura, retorno garantizado en forma de felicidad cremosa.
Reducción de desperdicio
Hablemos claro: tirar comida es como tirar dinero a la basura, pero con condimento. No solo duele en el alma ver ese plato que preparaste con amor terminar en el cubo de los desperdicios, también duele en el planeta. Cada alimento que no se consume representa recursos desperdiciados: agua, energía, transporte y mano de obra. Es decir, un impacto ecológico silencioso, pero contundente.
Congelar alimentos es una de las estrategias más eficaces para evitar este despilfarro. Cuando congelas:
- Aprovechas al máximo las sobras. Ese guiso del lunes que ya nadie quiere ver puede convertirse en el almuerzo del jueves siguiente.
- Extiendes la vida útil de frutas, verduras, carnes y platos cocinados. Unas fresas que amenazan con pasarse mañana pueden ser las protagonistas de tu batido congelado de la semana siguiente.
- Planificas mejor y compras con inteligencia. Saber que tienes reservas te permite hacer compras más racionales, y evitar caer en tentaciones impulsivas del supermercado.
Y si a todo eso le sumamos el hecho de que congelar también puede salvar tus emociones (no hay nada más reconfortante que encontrar una porción de tu comida favorita esperándote en el congelador), entonces estamos hablando no solo de eficiencia sino de bienestar emocional. Sí, congelar también es autocuidado.
Por eso, cuando digas “voy a congelarlo”, piénsalo así: no estás guardando comida, estás guardando futuro, ahorrando dinero y abrazando al planeta. Todo desde tu humilde y a veces olvidado congelador.
Errores al hacer comidas para congelar
Hay quien cree que congelar es meter la olla entera con el guiso aún humeando. No. No lo hagas. Tu congelador no es una cápsula del tiempo mágica. Aquí te traigo un manual de supervivencia:
1. Congelar comida caliente
El enemigo número uno. El calor crea condensación, se forman cristales, se arruina el sabor, tragedia grastronómica. Espera a que se enfríe por completo. Ten paciencia. ¡Es el precio de la gloria!
2. Usar envases no aptos (el drama del tupper flojo)
Todos tenemos ese tupper con la tapa que se ha rendido ante la vida. ¿Resultado? Derrames, sabores que se mezclan, olores raros.
Usa envases herméticos, resistentes y de buena calidad. El vidrio es ideal (dura, no se mancha y te hace sentir como un chef de documental foodie). Las bolsas zip también son mágicas: ocupan poco espacio y organizan todo como si fuera Tetris.
3. No etiquetar (y acabar jugando al juego del “¿qué es esto?”)
Abres el congelador y te encuentras con una masa naranja. ¿Es sopa de calabaza? ¿Es salsa boloñesa? ¿Un experimento de Halloween?
Etiqueta TODO. Nombre del plato, fecha de congelación y si te pones en modo pro, hasta el número de porciones. Créeme, tu yo del futuro te mandará memes de agradecimiento.
Las reinas del congelador: croquetas
No hay alimento más perfecto para congelar que una croqueta. Punto. Compacta, sabrosa, versátil y, sobre todo, hecha para brillar incluso después de meses en hibernación.
¿Cuáles son las mejores croquetas para congelar?
- Jamón ibérico: la clásica, la reina madre. Siempre elegante.
- Pollo al curry: exótica, con carácter. La croqueta aventurera.
- Cocido madrileño: cremosa, sabor a casa y siempre reconfortante.
- Todas las croquetas se congelan perfectamente. Estas croquetas aguantan todo: el frío, el olvido, el hambre feroz de un martes a las 10 pm. Son las soldadas de élite del ejército del congelador.
¿Cómo freírlas desde el congelador?
Muy fácil:
- NO las descongeles. Jamás. Nunca. Nope.
- Sácalas y échalas directamente en aceite caliente.
- En unos minutos: crujiente por fuera, cremosa por dentro.
¿Y si sobran? (Rara vez, pero bueno): se enfrían, se envuelven bien y de vuelta al congelador. Reciclar croquetas es casi un arte.
El arte de descongelar sin arruinarlo todo
Dominar la cocina no solo se trata de saber preparar un risotto al punto o una croqueta cremosa por dentro y crujiente por fuera. Hay una habilidad secreta, infravalorada y decisiva: saber descongelar sin cargarte la magia del plato. Porque, seamos sinceros, puedes haber cocinado como un chef Michelin, pero si descongelas mal, esa obra maestra puede convertirse en un desastre.
¿Has probado alguna vez una lasaña mitad caliente y mitad congelada? Exacto. Terror de la cocina. Por eso, vamos a repasar las mejores formas de descongelar alimentos como se merece un buen plato: con respeto, inteligencia y un poco de ciencia.
1. En la nevera: el método zen
La opción clásica y más segura. Traslada tu comida del congelador a la nevera al menos 12 horas antes de consumirla. El frío controlado permite una descongelación uniforme, sin cambios bruscos de temperatura que puedan alterar textura y sabor. Esto es especialmente importante para carnes, pescados y guisos complejos.
¿Lo mejor? No hay sorpresas. No hay zonas que quemen ni centros congelados. Solo paciencia y resultados.
Consejo experto: si eres una persona que planea su semana, este método es para ti. Poner a descongelar por la noche es como dejar a Santa Claus trabajar mientras duermes.
2. Microondas con cuidado: el atajo con trampa
Vale, hay días que vamos con prisas. Que llegamos a casa como una planta sin regar y lo único que queremos es comer YA. Para esos momentos, el microondas puede ser tu aliado. Pero cuidado: también puede ser tu villano.
Utiliza la función de “descongelar” (si tu microondas la tiene) y sigue estas pautas:
- Saca el alimento del envase plástico o metálico.
- Usa un recipiente apto para microondas.
- Páralo cada 30 segundos para mover o girar la comida. Evitarás el temido “mitad sopa hirviendo, mitad bloque polar”.
Importante: nunca uses el microondas para descongelar piezas grandes de carne o platos muy densos. Por fuera pueden parecer listos, pero por dentro seguirán crudos… o peor, recalentados desigualmente. Un caos.
3. Baño maría inverso: el truco de los chefs caseros
Este método suena sofisticado, pero es simple y eficaz. Mete tu alimento (en bolsa hermética y bien cerrada) en un recipiente con agua fría.
- Cambia el agua cada 30 minutos para mantener la temperatura.
- En 1 a 2 horas, dependiendo del tamaño, tu comida estará perfectamente descongelada.
Es ideal para carnes, pescados, caldos y sopas. Y mucho más rápido que la nevera, sin los riesgos del microondas.
Dato curioso: muchos cocineros profesionales prefieren este método porque mantiene la textura de los alimentos intacta. Si alguna vez te has preguntado cómo logran que todo quede perfecto, aquí tienes uno de sus secretos.
Crudo vs cocido — La batalla del congelador
Ambas opciones tienen lo suyo, pero cuidado con las reglas:
Alimentos crudos:
- Perfectos para cocinar después.
- No todo va bien: verduras como el pepino o la lechuga se vuelven tristes, lánguidas… como si hubieran visto el final de Titanic.
Platos cocinados:
- Guisos, sopas, arroces, estofados… el congelador los adora.
- ¿Patatas? Congeladas cocidas… meh. Pierden textura. A no ser que estén dentro de una croqueta (sí, otra vez ellas, las todoterreno).
Etiquetar comidas congeladas como profesional
Pongámonos serios (pero no demasiado): etiquetar tus comidas congeladas puede parecer algo menor, una nimiedad de gente meticulosa, casi maniática. Pero la realidad es que una buena etiqueta puede marcar la diferencia entre una cena gloriosa y una confusión de sabores.
No etiquetar es abrir la puerta al caos. Es el primer paso hacia lo que yo llamo “la ruleta rusa del congelador”: ese momento en el que eliges un tupper con ilusión y esperanza… y terminas con sopa de cebolla en vez de estofado de ternera. ¿Resultado? Frustración, microondas llorando y tú con hambre y decepción.
Veamos cómo etiquetar como un profesional, o mejor aún, como un chef de cocina de élite:
1. Nombre del plato: precisión gourmet
Evita términos ambiguos como “cena rica” o “algo con carne”. Sé específico: “Lasaña vegetal con bechamel”, “Albóndigas en salsa de tomate casera”, “Croquetas de bacalao”. Cuanto más detallado, más rápido sabrás qué plato elegir. Y más emocionante será abrirlo.
2. Fecha de congelación: el reloj del sabor
No pongas solo “abril” o “semana 2”. Sé claro y pon la fecha completa: “Cong. 10/04/2025”. Esto no es solo por control, sino porque los alimentos, aunque estén congelados, también tienen su ciclo de vida. Idealmente, consume todo en un plazo de 3 a 6 meses para disfrutar su mejor versión.
3. Porciones: la clave del control
¿Para cuántas personas sirve ese tupper? ¿Te alcanza solo a ti o es para compartir? Especificar “1 pax”, “2 porciones”, etc., evita descongelar de más. Así no terminas comiendo lentejas durante tres días seguidos por error de cálculo.
4. Modo de preparación (opcional, pero pro)
Si la comida necesita horno, microondas, baño maría o ser descongelada lentamente, ¡ponlo! Así no te llevas sustos, ni conviertes un plato en chicle por meterlo donde no toca.
Bonus: usa materiales que te lo pongan fácil
- Si usas bolsas zip, pega etiquetas adhesivas o usa cinta de papel con rotulador permanente.
- Si usas tuppers de vidrio, escribe con rotulador de pizarra: se borra fácil y queda elegante.
- Y si eres muy techie, hay apps que te ayudan a gestionar tu inventario del congelador. Sí, ¡existen!
Recuerda: etiquetar no es ser obsesivo. Es ser organizado, eficiente y amable con tu yo del futuro. Es un acto de generosidad anticipada. Y también, seamos honestos, un ritual que te hace sentir que estás protagonizando tu propio programa de cocina.
Croquetas congeladas al congelador
Hacer tus propias croquetas en casa es una de esas actividades que combinan alquimia, paciencia y una pizca de arte. Pero si además sabes cómo congelarlas correctamente, entonces estás jugando en la liga de los grandes. Porque, seamos sinceros, no hay mayor satisfacción que abrir el congelador en un día gris y encontrar tus propias croquetas caseras listas para freírlas.
Paso 1: Forma las croquetas con cariño y precisión
Ya hiciste la bechamel (sin grumos, claro), ya las rellenaste con tu mezcla favorita (jamón, queso azul, bacalao o esa combinación secreta que no le cuentas ni a tu mejor amigo). Ahora llega el momento de darles forma. Intenta que todas tengan un tamaño similar: no solo por estética, sino para que se frían de manera uniforme. Las puedes hacer cilíndricas, ovaladas o incluso en forma de corazoncito si estás romántico.
Paso 2: A la bandeja, con distancia social
Coloca las croquetas en una bandeja amplia, bien separadas entre sí. Nada de montón croquetero. La razón es simple: si las congelas tocándose, acabarán fusionadas como si fueran una sola croqueta mutante. Mejor que estén separaditas, como si estuvieran en una clase de yoga con espacio personal.
Paso 3: Congelado rápido y directo
Lleva la bandeja al congelador durante unas 2-3 horas, o hasta que estén duras como piedritas. Este paso es crucial porque permite que mantengan su forma y textura. Además, evita que se aplasten unas contra otras cuando las guardes de forma definitiva.
Paso 4: Al tupper o bolsa zip
Una vez congeladas, puedes pasarlas a un tupper hermético o una bolsa zip con cierre. Recuerda etiquetar con fecha, tipo de croqueta y número aproximado de unidades. Así, cuando tengas antojo o invitados sorpresa, solo tendrás que freírlas.
Extra tip: el empanado inteligente
Si quieres que queden perfectas tras la fritura, asegúrate de que el empanado sea generoso. Algunas personas optan por empanarlas dos veces para garantizar una capa crujiente que resista bien el congelado. Pan rallado, huevo, pan rallado otra vez. Y a congelar.
¿Y si no quieres complicarte la vida?
También está la opción más fácil y deliciosa: comprar las croquetas de Solo de Croquetas. Ya vienen formadas, empanadas, separadas y congeladas profesionalmente. Solo tienes que freírlas (sin descongelar) y disfrutar. Son la versión gourmet de la felicidad inmediata.
Comida congelada digna de un chef del futuro
Si has llegado hasta aquí, ya eres un maestro del congelador. Has superado los errores clásicos, dominas las técnicas, conoces los mejores platos (y croquetas) y sabes cómo evitar catástrofes.
Tu congelador ya no será un lugar de misterios y decepciones, sino tu reserva estratégica de felicidad. Tu cocina será un templo del orden, tu estómago vivirá feliz y tu bolsillo… más lleno.
Y si quieres rematar el combo gourmet del futuro organizado, hazte un favor: llena tu congelador de croquetas. Porque cuando abres el congelador y ves una bandeja de croquetas esperándote… sabes que todo va a salir bien.