Cómo se convirtió España en el país más croquetero del planeta
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Hay cosas que nos definen como país: el sol, las cañas, las sobremesas eternas, las discusiones por la tortilla… y, por supuesto, las croquetas.
Porque seamos honestos: en España no se fríen croquetas, se celebran.
Se sirven en bares, en casas, en bodas, en cumpleaños, en caterings, en Navidad… y hasta en desayunos (sí, ya lo hablamos 👀).
Pero ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿En qué momento España se convirtió en el país más croquetero del planeta?
Pues hoy vamos a contar esa historia: la de un amor que empezó en Francia, creció en las cocinas españolas y terminó convirtiéndose en religión nacional.
Spoiler: las croquetas no nacieron en España (pero aquí encontraron su casa)
Aunque duela un poco admitirlo, las croquetas no son 100% españolas.
El origen oficial se sitúa en Francia, siglo XVII, donde el chef Antonin Carême creó un plato llamado croquette (del verbo croquer, que significa “crujir”).
Eran pequeñas porciones rebozadas y fritas, una forma elegante de aprovechar sobras.
Los franceses las servían en banquetes aristocráticos y con nombres pomposos, claro.
Pero claro, llegó España, y como hacemos con todo lo que nos gusta, dijimos:
“Esto está muy bien… pero vamos a hacerlo más nuestro, más rico, más de bar.”
Y así fue como convertimos un invento francés en una tradición con alma española.
Las croquetas y las abuelas: el inicio de una leyenda familiar
Si preguntas a cualquier español cuál es la mejor croqueta del mundo, la respuesta será inmediata:
“Las de mi abuela.”
No falla.
Las croquetas pasaron de la alta cocina a las casas humildes, donde las abuelas españolas encontraron su terreno de juego favorito.
Las usaban para aprovechar sobras (pollo, cocido, pescado, jamón…) y crear algo mágico con lo que había en la nevera.
Y ahí está la clave: las croquetas nacen de la creatividad, del no tirar nada, y eso es puro ADN español.
Además, se convirtieron en el símbolo del “ven, que te he hecho unas croquetitas”, esa frase que equivale a un abrazo caliente.
Una croqueta no solo alimenta, te cuida.
Los bares: el templo moderno del croquetismo
Luego llegó el salto a los bares, y ahí ya se lió.
Porque si hay algo que los españoles sabemos hacer mejor que nadie, es tapar.
Y claro, ¿qué tapa podía competir con una croqueta recién frita, dorada, cremosa y lista para acompañar una caña?
Ninguna.
Así fue como las croquetas se convirtieron en el estándar de calidad de cualquier bar:
“Si las croquetas están buenas, el bar es bueno.”
Literalmente, hay gente (yo incluida 😏) que elige dónde comer en función de las croquetas.
Y no les falta razón.
Hoy las hay de jamón, de rabo de toro, de chipirones, de boletus, de queso azul, de cachopo, ¡y hasta dulces!
Cada ciudad tiene su estilo, cada bar su receta, y cada croqueta su historia.
La croqueta como símbolo cultural
Piénsalo bien: no hay evento nacional sin croquetas.
En Nochebuena, ahí están.
En las fiestas del pueblo, también.
En las bodas, las comuniones, las cañas con amigos, las cenas de empresa…
Si no hay croquetas, no es celebración.
Y ojo, porque la croqueta también es democrática:
Une a veganos y carnívoros (cada uno con su versión).
Convive en la alta cocina y en los bares de barrio.
Está igual de buena en una servilleta de papel que en un plato de diseño.
Es el producto más inclusivo de la gastronomía española: une a todo el mundo sin importar edad, clase o ciudad.
Las croquetas gourmet: el renacimiento moderno
Hace unos años, los chefs se dieron cuenta de que la croqueta podía ser arte.
Y así nació el fenómeno de las croquetas gourmet.
Chefs como Dani García, Dabiz Muñoz o los hermanos Torres las reinterpretaron en sus menús, dándoles protagonismo con ingredientes premium:
trufa, boletus, foie, jamón ibérico, quesos curados, incluso mariscos.
Y claro, el público respondió encantado. Porque, ¿quién puede resistirse a un plato que combina tradición con sofisticación?
La croqueta se volvió trendy, apareció en redes, y los foodies la declararon “objeto de deseo culinario”.
De repente, hacer la croqueta perfecta era un reto.
Y las croqueterías (como la tuya 😏) comenzaron a multiplicarse.
El boom de las croqueterías
Hasta hace poco, nadie se imaginaba un restaurante solo de croquetas.
Pero entonces, llegó el boom.
Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao… empezaron a llenarse de locales especializados en croquetas, con sabores infinitos, maridajes y hasta catas temáticas.
Y en el centro de todo ese movimiento, apareció Solo de Croquetas, demostrando que sí, se podía vivir (y triunfar) con un menú 100% croquetero.
Las croquetas dejaron de ser “la tapa de acompañamiento” y pasaron a ser la protagonista absoluta.
Un fenómeno gastronómico que combina nostalgia, creatividad y puro disfrute.
España, capital mundial del croquetismo
Mientras en otros países las croquetas existen pero son casi anecdóticas (las croquettes francesas, las korokke japonesas, las croquetas cubanas…), en España son institución.
Se celebran con su propio Día Internacional de la Croqueta (16 de enero).
Se sirven en todos los bares, de norte a sur.
Y se han convertido en embajadoras de nuestra cocina.
Pregúntale a cualquier turista qué plato español se lleva grabado en la memoria, y tras la paella y la tortilla, te dirá: “esas cosas redondas que crujen y saben a gloria”.
Sí, amigo: las croquetas.
Conclusión: el croquetismo es una forma de vida
España no se convirtió en el país más croquetero del planeta por casualidad.
Lo hizo porque aquí sabemos disfrutar, compartir y celebrar con comida que emociona.
Porque somos de los que entienden que una croqueta no es solo una tapa: es una declaración de amor a la vida.


